Parece que nuestra vida está cada vez más ocupada. La tecnología ha venido para ayudarnos, pero en algunas ocasiones, también ha aumentado nuestro número de tareas.
Cuando terminamos un día de trabajo, recordamos que no respondimos algún correo electrónico, mensajes de Whatsapp, y muchas veces nos olvidamos de felicitar a una persona querida; nos vamos a dormir y nos damos cuenta que tal vez no conseguimos prestar la atención suficiente a nuestros familiares y amigos, entre muchos otros pensamientos que generan ansiedad, estrés, insomnio, entre otros problemas.
Estos pensamientos generalmente nos bombardean desde el momento en que abrimos los ojos hasta el momento de dormir.
Entonces es muy común sentir agotamiento emocional. El agotamiento, que es diferente del cansancio, está vinculado directamente al estrés, dividido en tres fases: alerta, reestructuración y agotamiento. Esta última fase se caracteriza por pensamientos negativos, desmotivación en las actividades diarias, insomnio, ansiedad generalizada, irritación excesiva, además de los factores psicosomáticos como alergias, jaquecas y gastritis.
Este agotamiento emocional no tiene relación con actividades aisladas, sino con una suma de situaciones y sentimientos desagradables que acaban llevando a un estrés psicológico, y si la persona se queda mucho tiempo bajo estas condiciones, puede afectar su salud emocional y psicológica, desencadenando problemas más grandes.
Es importante estar atento para identificar esas situaciones y saber cuando el cansancio ya se ha vuelto agotamiento. Generalmente el agotamiento no es una sensación momentánea. Se mantendrá a lo largo de los días, semanas y meses. La mente se vuelve más acelerada de lo normal, los pensamientos se vuelven repetitivos y la sensación de estar cansado y sin energía se mantiene por muchos días.
Si te identificaste con estas características o conoces a alguien que esté en este estado psicológico, lo ideal es siempre buscar ayuda profesional.
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